De Barrancas a Pudahuel

La comuna de Barrancas fue para Violeta Parra en los cincuentas y para Víctor Jara en los sesentas, como un baúl donde se depositaron los recuerdos, la riqueza cultural y los anhelos de una parte importante del “pueblo chileno”. Varias décadas más tarde, reivindicando su origen popular, la gente de Pudahuel conserva ese particular atractivo de quien se enorgullece de ser quien es y de vivir donde vive.

Pudahuel. 2012. La música de Violeta Parra resuena en la micro del Transantiago, donde una mujer se ha subido, guitarra en mano, a cantar las entrañables coplas de “La jardinera”. Así, van sonando esos versos callejeros en medio del barullo de la “504” a las nueve de la mañana. Violeta, la cantautora que “recorrió todas las comarcas” -en palabras de su hermano Nicanor-, vivió en la calle Serrano, a dos cuadras de San Pablo, en Pudahuel. Cuando ahí se instala la feria los domingos y la calle es tomada por mujeres, niños y ancianos, uno podría buscar entre la multitud a doña Rosa Lorca o a don Juan de Dios Leiva, maestros e inspiradores de la gran artista chilena.

Barrancas 1953. Violeta toma el gramófono y se lanza a la periferia santiaguina a grabar la música folklórica chilena: “Cuándo me iba a imaginar yo que al salir a recoger mi primera canción, un día del año 53, en la comuna de Barrancas, iba a aprender que Chile es el mejor libro de folklore que se haya escrito. Cuando aparecí en la comuna de Barrancas a conversar con doña Rosa Lorca, me pareció abrir ese libro” [1]. Violeta sale a leer la vida en el libro de la música, de las décimas, del canto popular; lanza las redes y al arriarlas, se nutre de toda esa sabiduría.

Pudahuel. 2012. En la plaza Víctor Jara juegan unos niños a la pelota. El espíritu juguetón de Víctor parece rencarnar en mi amigo brasileño Paulo Sandroni (ex MR-8) quien hábilmente les roba el balón mientras pregunta divertido: “¿Messi o Pelé?”. Este pequeño parque fue construido, bautizado y defendido cuando en 1987, el gobierno militar trató de montar allí una caseta, pero los pobladores lo impidieron y ahora, 25 años más tarde, luce un mural espléndido, pintado por el “Mono González”, uno de los históricos de la Brigada Ramona Parra. Al costado otros murales, éstos con toda la técnica y espíritu graffitero, dialogan con el “Mono”, que les dice, como por lo bajito: “EN LA MEMORIA… ME HAN DADO LA PATRIA COMO EN UN NACIMIENTO”.

Barrancas. 1967. Alrededor de 400 familias se instalan en carpas por la avenida San Pablo [2]. A falta de vivienda la toma de terrenos se presenta como única alternativa para los “sin techo”. La represión no se hace esperar (es la primera toma en la comuna de Barrancas, que atenta contra la “propiedad privada”), y en la trifulca muere la pequeña Herminda. Sin embargo la legitimidad de los pobladores es evidente para la sociedad chilena y con organización logran sus objetivos. Víctor Jara decide tomar partido y lanza el disco “La población” (1972) a propósito del tema del derecho a la vivienda. Entonces, la “Toma de la Victoria” se convierte en canción:

Herminda de la Victoria

murió sin haber luchado,

derecho se fue a la gloria

con el pecho atravesado.

Las balas de los mandados

mataron a la inocente.

Lloraban padres y hermanos

en el medio de la gente.

Hermanos se hicieron todos,

hermanos en la desgracia,

peleando contra los lobos,

peleando por una casa.

Herminda de la Victoria

nació en el medio del barro,

creció como mariposa

en un terreno tomado.

Hicimos la población

y han llovido tres inviernos.

Herminda en el corazón

guardaremos tu recuerdo.

Pudahuel, 2012. Aunque las movilizaciones del año anterior por la educación sacudieron Santiago, en las poblaciones se dice que el educativo no es el único problema social grave; también está el problema de la salud. Los pobladores cuentan sus penurias, desde la mala atención en la posta (servicio de salubridad estatal) y la falta de medicamentos (irónicamente, en el Chile del crecimiento económico sostenido no hay suficientes medicamentos para la población). Afortunadamente existe en la periferia popular la medicina tradicional, que ha curado o aliviado los males de tanta gente. En las ferias del sector, en el “persa” de Teniente Cruz y en pequeños locales se puede encontrar una amplia variedad de hierbas, raíces, ungüentos y jarabes para casi todos los males. Las hierbas de “la Machi” son de las más solicitadas, así como los servicios del “Machi”, que tiene su “Ruca” cerca de la avenida San Pablo. Uno no deja de sorprenderse cómo los conocimientos del pueblo Mapuche (y de toda la tradición amerindia) son de gran utilidad en el neoliberalismo.

Barrancas. 1954. Violeta Parra tiene un encuentro decisivo con doña Rosa Lorca, vecina de la quinta “El Sauce” en la comuna de Barrancas. Violeta buscaba canciones (recopiló más de 500) y encontró la sabiduría popular encarnada en doña Rosa. Así lo relata su hijo Ángel Parra: “(Violeta) no andaba detrás de eruditos, sino que del alma popular… ¡era tan exigente! Entonces Rosa las tenía todas, porque era partera, sacaba el mal de ojo… son cosas que yo no menciono para que no se cayera en una cosa muy folclórica. Pero pongo mucho énfasis en lo del velorio del angelito porque, en eso, esa mujer era una sa-cer-do-ti-sa” . El velorio del angelito le sirve a Violeta como “nomenclatura” de su Canto a lo Humano / Canto a lo Divino. Doña Rosa le enseña también a  Violeta a dejar fluir el llanto, como este verso que recuperaría posteriormente en un disco:

Dejen llorar a quien llora,

que descanse su aflicción:

solo llorando descansa

su afligido corazón

Pero Violeta también se abre a la experiencia masculina del dolor, a veces callado, pero no por eso menos fuerte, como el encuentro con un poblador de Barrancas que ella misma narra así: “Juan Leiva. Ochenta y cinco años. Chacarero, cantor y tocador de la comuna de Las Barracas, Santiago. Es un anciano delgadísimo, erguido y huraño. No quiere hablar con nadie. Cuando le pedí que me enseñara su canto, me respondió: -Yo juré no volver a cantar mas en mi vida porque Dios me llevó a mi nietecita regalona, y la noche terrible que tuve que cantar para ella la tengo anudada en el pecho y la garganta. Juan Leiva rompió su juramento cuando le dije que la patria necesitaba sus cantos: -Por usté lo voy a hacer, Violetita, que es la única que transmite lo puetah. Tomó la guitarra, la afinó y tocó los primeros acordes del acompañamiento de “Canto a lo divino”, a la modalidad de los cantores de Barrancas. Don Juan de Dios no pudo cantar, era verdad que tenía por su nieta un nudo en la garganta. Como en un gemido le salieron las primeras palabras:

 

“Ángel glorioso y bendito

que estás sentado en lo alto

gloria al Padre, gloria al Hijo

gloria al Espíritu Santo”

 

Pudahuel 2012. La señora María hace milagros con el poco dinero que tiene, pues debe cocinar los alimentos para las más de 12 personas que viven en su casa, entre hijos, nietos y allegados. Aun con todas las dificultades doña María tiene una gran sonrisa, que dibuja en su rostro cuando le pregunto si cree que a Pudahuel lleguen a vivir personas de mejor condición económica: “a Pudahuel solo se vendrían a vivir artistas, historiadores, o sociólogos, como tú”. Me siento halagado.

Fuente: www.bifurcaciones.cl

TEXTO: LUIS VALADEZ – IMÁGENES: SOFÍA SIERRA

Luis Valadez Betancourt es mexicano, licenciado en Sociología de la UNAM. Durante el primer semestre de 2012, por una invitación de Francisco Sabatini, estuvo investigando sobre patrones de segregación residencial en la comuna de Pudahuel, en Santiago de Chile. Durante esos meses vivió en la comuna.

** Sofía Sierra ha trabajado en fotografía documental.  Hace un par de años desarrolló una serie fotográfica que retrataba el área nor-poniente de Santiago de Chile, incluyendo a las comunas de Cerro Navia, Quinta Normal y Pudahuel; Casas Bajas fue expuesto en los pasillos de su Instituto. En este trabajo se destacan las calles de las comunas, la vida dentro de sus casas y los espacios comunes como ferias y persas. Sobre Pudahuel, ella afirma: “soy una fanática de ese lugar de Santiago, de sus ferias y del persa; me bajo de la J-10 [recorrido de locomoción colectiva] y me pongo a caminar, fumar y a sacar fotos. A pesar que siempre me decían que guardara la cámara nunca tuve susto… estuve en poblaciones llena de pasteros y de niños, nunca pasó nada. Como trabajaba en un jardín de ahí siempre me saludaban en la feria, conocí mucha gente”

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